El beso al piso y la humedad que entra por la respiración cálida de el ejercicio de la movilidad en dúo. Nunca el cuerpo había estado en tantos lados y el alma tan lejos, disfrutando del calor del cuerpo ajeno que se hace tuyo por instantes y que luego cae en una repulsión. Las pieles sudorosas se miran, una de arriba y otra de abajo, las pieles se miran, nosotros no. Me separo y prendo un cigarrillo, no puedo caer en el romanticismo póstumo del acto pues no lo hay. Una noche más de estar sin estar y caer más en soledad.
